sábado, 27 de marzo de 2021

Crítica narrativa sobre el cuento de Jesús María Díaz Carmona

 Víctor Parra Rivero*

 A mis manos llegó vía correo electrónico un interesante cuento o relato largo de Jesús María Díaz Carmona, tío del estimado amigo poeta Argenis Díaz. Debo manifestar que me causó sentimientos y emociones encontradas, ya que este interesante narrador tomó el rumbo del suicidio a una edad temprana. Argenis hilvana en páginas para los lectores una especie de presentación de la historia de su tío, observada por un Argenis adolescente, desde su óptica personal de las vivencias de su infancia y nos muestra su madera y su fuelle de futuro poeta en ciernes. Allí él hace una descripción exhaustiva del personaje, cuando describe el viejo radio, y la historia de Jesús de Nazaret, como se ve, en tiempo de Semana Santa.

Después hace énfasis en las antítesis que veía su imaginación en ese lago de la ambigüedad de los tiempos pueriles: santo o verdugo; ángel o demonio, y nos muestra una sobriedad en cuanto a las descripciones del mobiliario y presencias humanas: mesas, cervezas, amigos del tío; revistas, cartas de amor y hasta los aspectos fisonómicos de ese personaje escritor llamado Jesús María Díaz Carmona.

Pero en esta presentación, Argenis le idealiza como el padre que nunca tuvo en su niñez, y le recuerda como la persona que le explicó que los rayos del sol al pasar por las gotas de agua, como a través de un prisma, se descomponen y de allí el arcoíris. Desde su pequeño mundo, lo veía alzando papagayos en el cerro junto a él, pero a pesar de las cosas inocentes, sencillas, salieron a flote sucesos lamentables como el suicidio, cosa que le marcó con garras de dolor su niñez pobre, pero abundante en calor y color poética. A partir de allí, podemos afirmar con certeza que esa carta que Argenis imaginó hizo el tío escritor, suicida, es dentro del mundo del subconsciente la idealización que profesaba hacia Jesús María Díaz Carmona.  

Como lo expresa Ingrid Chicote, en un prólogo a propósito de este cuento que lleva por título Destino Trazado: “Que la vida y la muerte son lo mismo”. Coincido con ella al respecto ya que el suicidio se llevó a los lugares de la muerte a Jesús María y su sobrino Argenis lo rescató de viejos infolios y crónicas, es la permanencia en el tiempo y el espacio de ese “destino trazado” y lo trae a la existencia física como un rescate de la muerte y del olvido.

Al iniciar este trabajo crítico sobre la obra de Jesús María Díaz Carmona pude constatar que Destino Trazado es un cuento denso y largo en cierto sentido. No hay desperdicio en su trama, o argumentos, ya que se encuentran presentes los elementos de un inicio, un nudo y un desenlace. Muy bien hilvanada su concepción como cuento, es de una estructura lineal, donde no se evidencian rasgos pertinentes de la literatura fantástica, con personajes difuntos, con su “realismo mágico”; más bien son estos personajes reales, de carne y hueso. No está concebida la historia como “la serpiente que se muerde la cola” Por lo tanto, no obedece a la elaboración de una escritura cíclica cuyo fin es igual al principio o el principio igual al final.

Más bien, la obra está ajustada a un punto de vista narrativo en tercera persona, lo que se conoce como narrador omnisciente, que todo lo sabe, todo lo ve, todo lo describe como una especie de dios instalado a los pliegues del párrafo escrito. El narrador, Jesús María Díaz Carmona, despliega con verdadera maestría, a través del texto en la página de inicio, un conjunto de imágenes móviles y visuales: el carro en la carretera, que atrapan al lector desde el comienzo de las primeras líneas.

De forma inusitada, este narrador hace un salto y pasa el párrafo a un punto de vista narrativo de primera persona, cuando conversa con el personaje principal Martín Márquez. Posteriormente, a Martin Márquez, o da lo mismo decir Jesús María Díaz Carmona, lo vemos involucrado en una muda de temporo-espacial, en una especie de monólogo interior en sus pensamientos, en sus adentros, donde denota el fluir de la conciencia y del cual es arrancado por el chofer que lo conduce hacia la finca San Jordán del tío don Víctor Márquez; le habla y lo saca del recuerdo a la realidad al arribar al lugar, los llanos.  Luego de esa ruptura temporal entra como narrador protagonista cuando habla y sostiene diálogo con el chofer.

 Tal como acotaba en los inicios, en la historia en referencia pude constatar que había una estructura lineal en la concepción o construcción narrativa: un inicio, cuando Martín Márquez va por la carreteras del llano sumergido en los recuerdos de su vida  en Caracas donde perdió dinero, casa y amigos, hasta el momento que ingresa a la finca, donde el tío Víctor Márquez proyecta para el sobrino el trabajo duro, porque no tenía descendencia de hijos y se proponía formarlo como hombre de llano, acostumbrado a las faenas del campo.

Luego entra en acción el nudo, cuando Martin quema la ropa de la ciudad   y   adopta y comienza a utilizar la vestimenta apropiada o adecuada a la ruda faena del llanero. En contacto con el caporal Samuel, aprende a montar a caballo, a enlazar el ganado y marcar reses; al principio, es motivo de burla, pero su perseverancia y deseos de aprender logran las metas propuestas, se dio una golpiza con Raúl, el carretero, saliendo vencedor y ganando la admiración de los parroquianos. Pero también sostiene relaciones amorosas con Cecilia, una muchacha humilde, y con Mariela Maldonado. Gana el favor del tío, cuando este se entera y percata de que salvó el ganado de morir en la inundación, rescatándolo con arrojo y valentía.

Sucesivamente, el clímax de la anécdota se presenta en el enfrentamiento que sostiene con un hermano de Mariela llamado Manuel Maldonado, es entonces cuando confluye un desenlace en el cual Martin es testigo de la lectura del testamento de don Víctor Márquez donde lo designa su único heredero. Simultáneamente, este le hace la petición de manos a don Manuel Maldonado de su hija Mariela y allí conoce la verdad esta dama de los amores de Martin y Cecilia. De nuevo, Manuel y Martin se guindan a golpes en la finca; ya agotados, Manuel le manifiesta que no lo mató porque no quería ver huérfano el hijo de Cecilia. Martin se dirige, entonces al rancho de Cecilia y se la pide a don Emiro en matrimonio, enmienda y rectifica así el error del engaño a la muchacha y la pérdida de su honra.

Podemos evidenciar que la obra está concebida en un espacio abierto, con un tiempo dinamizado por las actividades de los personajes, donde prevalecen más que todo las acciones del protagonista: montar caballos, enlazar reces, ir a botiquines, visitar a las novias, Cecilia y Mariana. Este último aspecto se nota que son mostrados en espacios cerrados donde el actor principal realiza efímeros escarceos. Imágenes abundan, sobre todo las visuales, con descripciones del paisaje: sol, cielo, flora y fauna. En cuanto al habla hay algo de expresiones coloquiales o lenguaje común del pueblo en contraste con el lenguaje culto del caraqueño Martin Márquez, cuando enamoraba a las dos muchachas del pueblo.

A mi parecer, estamos al frente de un escritor influenciado quizás en las lecturas de Gallegos, cuando plantea en su escritura, a la inversa, el paso de la civilización a la barbarie, en vez de la barbarie a la civilización. Resulta paradójico, pero la civilización en la ciudad está llena de barbarie y aire viciado, con ríos que sirven de depósito de residuos fecales e industriales. Ese mismo río, con construcciones de casas y canales que le quitan el cauce, produjo aquella tragedia que dio corporeidad al relato de Jesús María. Aquí Martin vuelve hacia una barbarie más sana, civilizada si se quiere, como antítesis de su experiencia citadina, y nos remite, sin ninguna pisca de duda, al recuerdo del poeta Lazo Martí con su “es tiempo de que vuelvas: es tiempo de que tornes” al lar, al origen de esta tierra que amamantó nuestros más caros anhelos.

En todo caso, lo precedente es una lectura panorámica del relato de Jesús María Díaz Carmona y mis apreciaciones personales al respecto. Les invito a que disfruten de la lectura de esta obra que constituye un legado no solo para la familia de nuestro poeta amigo, José Argenis Díaz, sino para las letras villacuranas, hasta ahora inédita y que sale a la luz gracias al empeño del poeta en darla a conocer.

*Poeta y narrador villacurano.

 

Jesús María Díaz Carmona

Libro: Mi tío el escritor. 2021.

 

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