EZEQUIEL ZAMORA. ENTORNO, DRAMAS Y FALSIFICACIONES. PRÓLOGO

Adolfo Rodríguez*

El historiador Johnny Hernández Calvo me confía esta especie de antesala para acceder a su bien sustentado avance en la gesta de hacer despejes en los laberintos de la historia nacional. Inquietud que nos une, tanto en esa temeridad como en la coincidencia en temáticas que nunca agotan su caudal de incógnitas. Nudos de una trama que, de cuando en vez, reaparecen con todo su atavío fantasmal clamoroso de exorcismo.

Es el caso de San Luis de Cura, enclave geosocial entre la impronta ganadera del llano y la avanzada hacendaria del poder centro-norte-costero. Emergencia intermediaria que se manifiesta en especificidad económica, social y cultural, acorazada hacia adentro y expandida, tentacularmente, hacia los más sensibles flancos del poder político nacional.

Descosido tapiz por mor de intensas oleadas y modos de narrarlas, que comprometen a JHC hasta dedicarlo a búsquedas con afición de monje y alma de desfacedor de entuertos. Para encontrarse con esta especie de eslabón clave y descifrar incontables nexos. El providencial genearca y los nombres sucesivos y aconteceres que datan de los comienzos del siglo XVII y se insinúan más allá del endeble comienzo del republicanismo agropecuario. Árbol frondoso que JHC recobra para explicarse, con nitidez, momentos del pasado que resuenan aún en variadas incidencias, casi todas amargas.

Inesperado álbum del que sobresalen existencias, más o menos significativas, solapadas o sonoras, que JHC revela, con toda su impactante irradiación, a la conciencia de un país acostumbrado al disimulo, la desmemoria o a los encantadores de serpientes.

Hacia cruzadas semejantes fui convocado ha unos cincuenta años, hasta sentirme como JHC, recompensado por la “generosidad de los contenidos documentales”, aunados con la “terca exigencia, el apropiado interrogatorio por el cual deben rigurosamente hacerse pasar, la intuición propia de los exploradores del pasado, el ejercicio de investigación empírica y reflexión teórica”.

Frecuenté ese venero, sin tanta minuciosidad, como JHC, hasta toparme con las fuentes que me ayudaron a comprender el peso de esa misma cantera en los orígenes del daimon que guía la concepción galleguiana sobre Venezuela. Y ahora encontrarme que es también el engranaje en que se fragua Ezequiel Zamora, de acuerdo con esta excavación de JHC.

Desmontaje que cumple en el mar sin fondo donde reposan cadáveres, indicios, imprescindibles o irrelevantes. Las referencias para una refacción más confiable de escenarios que nos afectan o hemos vivido. Laboratorio de rectificaciones y reparos que pocas gratificaciones produce.

Somera entrada para referirme, de igual manera, al esfuerzo representado por esta mise-en-scene con que JHC repone procesos, que se dan por cerrados. La temeridad por la cual presta su sangre para transfusiones pospuestas que ayuden a rehabilitar realidades   desvaídas o exangües por mor del descuido o introyectadas   ideologías. Entrega correctora, de ajuste u ordenación, deducciones o invitación para el debate creador.

Como dar con las nacientes de fabulosos ríos, JHC explora con paciencia expedicionaria. Da con este antepasado de doña Paula Correa, madre de Ezequiel Zamora, como una raíz que se expande, inalterablemente, hacia vínculos desatendidos; vertientes ignoradas, afluentes, tortuosidades, desembocaduras. Datos que subsistieron inadvertidos o subestimados y que JHC viene a otorgarles su debida vitalidad y brillo. La resurrección esperada de tantos intríngulis de la historia nacional y aguardan una mentalidad crítica que renueve enfoques y saberes.  

Esta urdimbre de compadrazgos, endogamias y demás articulaciones familísticas y sus corolarios económicos, sociales y políticas. La espada de Damocles de la propiedad, la mano de obra esclava, los oficios concejiles, las jerarquías en nombre de Dios o de las armas. Piezas por armar que, muchas veces, se organizan a sí mismas, si no acude la oxigenación esperada. 

Decodificación a base de “concienzuda relectura de producciones literarias oficiales de corte histórico (…) acompañada por los primeros asomos en fuentes de archivo”, conducentes “al siempre llamativo y estimulante descubrimiento de lagunas, imprecisiones, formulaciones desamparadas de apoyo documental, aseveraciones descabellas, etc.; y, más adelante, a la develación de falsificaciones historiográficas”. El fructífero escenario desde donde enfrontar incógnitas dadas por insolubles. El desmantelamiento con algo más que meros “despliegues discursivos de corte genealógico en pureza”. Abordaje hasta la necesaria estructura de marcos donde visualizar los trasfondos de naturaleza económico-social en sus “mecanismos de relacionamiento, integración y evolución”.  Esos marcos atinentes para la determinación de “composturas (…), adhesiones y dinámicas”.   

He aquí uno de los involucrados en el movimiento de Gual y España y futuro participante en las luchas independentistas.

La familia Zamora de insoslayable presencia en el resquebrajamiento del ensayo republicano por restañar las sajaduras dejadas por la independencia.

De cómo el asesinato de uno de los miembros del clan fundador de la ciudad, a manos de la banda insurreccionada, compromete irreversiblemente a uno de esos Zamora (Ezequiel), presunto jefe de la subversión.  Aunque el cuidadoso examen de los testimonios de tan escabroso suceso, tienen en JHC un conocedor bien posicionado para vislumbrar tendencias en tan caótico juego. Con sus consecuencias incontrolables para el oscilante Ezequiel, desde el menosprecio por parte de miembros del mismo tronco familiar hasta su misma clase, los mismos intereses, suficiente para endurecerlo hasta convertirlo en eje y símbolo de una égida que aún resuella.

Explica JHC que “lo abocetado hace gala de un típico clan familiar de la aristocracia territorial criolla, constitutiva del bloque social dominante colonial. Casta, clase y estamento, cuyo influjo y preeminencias estuvieron cimentadas en los prejuicios raciales y de  género, el monopolio de la propiedad particular de la tierra y la fuerza de trabajo esclava de origen africano, a lo cual correspondió el exclusivismo político-administrativo en el contexto de aquella estructura de poder interna, efecto del proceso de superposición étnica y del modo de producción implantado español”.

La parcialidad de los Osío, partícipes en los momentos más cruciales de dicha resquebrajadura. Cuanto dice JHC del Lic. Juan Nepomuceno Orta   Osío, con las salvedades del caso, atribuible a su pariente Ezequiel Zamora. De cómo “en su despejada mente de abogado, residía la firme persuasión de que la pugna entre partidos no era asunto de leyes ni constituciones en pureza. Tampoco la manifestación de espesas visiones ideológicas contrapuestas en torno a la ruta que debía ser transitada para construir un Estado moderno, fuerte, poderoso, independiente y soberano, respetado en el concierto de las naciones del mundo. Todavía menos la pugna por el engrandecimiento y prosperidad de la patria, o exclusivamente del desmontaje de la República oligárquica y censitaria fundada en 1830”.

No siempre las biografías se cimentan en la savia nutricia de las genealogías. Se limitan, usualmente, a enumeración de eventos en trayectorias lineales. Hasta que devienen encrucijadas y advertencias como las de JHC, con un caudal de pruebas que ponen en entredicho la consagración convencional. Retrospectiva a través de arduo examen clínico que desembocan en consecuencias imprevistas. Y toda la secuela representada por otros tantos testigos, otros tantos testimonios, otras circunstancias como ondas expandiéndose hacia inimaginables flancos.

Un nuevo tratamiento de los mismos datos bien puede ofrecernos resultados distintos sobre un individuo y sus hechos. Como ocurre con el caso de Zamora, en que el barniz romántico lo catapulta a un heroísmo convencional férreamente blindado a posibles dudas. Como en la biografía que le arma Laureano Villanueva, no obstante, la documentación que maneja. Estatuaria que recicla la historiografía marxistoide para legitimarse con referentes presuntamente ejemplares. Camisa de fuerza que deriva en mascarones como las que, sin proponérmelo, desmonto en un libro de 1977, reeditado en 2004. Sendero desmitificador que, entre otros, transita JHC con la maestría necesaria y cuidadosas búsquedas, hasta dar con inusitados ensayos como éste sobre el increíble entorno del hijo de Paula Correa. Cual fotografía sometida a sucesivas ampliaciones, los detalles inobjetables a simple vista. Oficio de alquimista que todo lector espera de investigaciones que se precien de ser auténticos levantamientos desde crípticas sepulturas.   

Revisionismo y refutación inevitables hacia verdades cada vez más irrefutables. 

Queda, para un análisis meduloso, insinuación de temáticas, procedimientos, perspectivas, percepciones, asomos e inquietudes, expresables en cuestiones, que nos retan a partir de este novedoso abordaje de asertos que ya dábamos por irrebatibles:    

Deconstrucción y construcción en la historia venezolana. Las autoridades instituidas. Anonimias e historia consagrada. Sobre las almas en pena de nuestra historia nacional. Cambios imperceptibles y calma aparente en los procesos socioculturales. Tradiciones que pesan como grillos en la conciencia venezolana. El avispero de las genealogías. Las geografías activas. La trampa de las ideologías.  Destinos inscritos en castas, clases, estamentos, jerarquías. El   endemoniado gusano de la economía. Afinidades electivas o   incómodas. Amortiguadores societarios. La fuerza explosiva   de   los   repositorios. La enfermedad eurocéntrica del populismo. 

*Historiador venezolano

Referencia

Letra y artes de Zamora y Aragua. Venezuela: Johnny Hernández Calvo frente a la historia local (villaliteraria2010.blogspot.com)

Ezequiel Zamora. Entorno, dramas y falsificaciones, 2021.

 

 

 

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