DE ESPALDAS AL SILENCIO. POEMARIO DE ARGENIS DÍAZ










1 Edición: julio de 1992
1.000 ejemplares
Reservados los derechos de autor

Edita: Senderos Literarios 
Apartado postal N° 141. La Victoria 2121, estado Aragua
Depósito legal: ISBN-980-327-007-9
Diseño de portada: Fernando Olivo
Autoedición: Servicios e impresiones Cagua, C. A
Montaje, fotolito e impresión: Editorial El Tabloide. Calle Ayacucho Norte N° 41-8.
Cagua, estado Aragua, Venezuela.

Esta publicación se ha realizado gracias al aporte económico del Consejo Nacional de la Cultura (Conac) y al apoyo de nuestros lectores, quienes contribuyen con su compra al mantenimiento del Fondo Editorial de Autogestión Popular de Senderos Literarios y, por ende, de nuevas publicaciones.











Prendí imágenes
coseché metáforas

Hice de la palabra
medida de las cosas

                                   ahora
son humo
desaparecen
para revelar quizás
lo verdadero del mundo

presencia muda de otras voces.





 La palidez de una magnolia
invade los recintos
claro anochecer
vestido de fantasmas
que huyen el día;
refugio de luna nueva

Cuando envejecen y mueren
los relámpagos del ser.





 Hijo de Dios y la tierra

Espíritu y sangre

Andrógino ser

Hijo del mar

                        del viento
Mortal
con sueños de inmortalidad.





Sangre purifica la arena
viste de rojo
y cubre el sol.

El hombre
                        hiere las nubes
                redime su grandeza
en un acto de renuncia.






 Rayos de luz van
destino no trazado
jamás predicho;
llenando un vacío en el tiempo.

¿Cómo salir del círculo
                                   inconcluso?

Espacio cerrado
abierto al infinito…






Caballo de fuego
corcel en movimiento
pateando las nubes.

Caballo en los cielos
resplandor del rayo

trotando en el tiempo.






a mi esposa

Recuerda que nos bañamos
en el mismo río
trazamos el mismo círculo
bajamos juntos al abismo

            Compartimos el mismo pan
            una misma sed;

el canto y el frío
el silencio
una noche de marzo.






 No escucho el silencio.
Tu cuerpo, sepulcro
movimiento telúrico
extendiendo sus raíces.

Percibo gemidos lejanos
latidos de sangre.
Gestos, instintos
que se elevan hacia el alba.

Nos despejamos de la noche
primitiva que nos rodea…





Surcos profundos, húmedos
arder en la tierra de tus labios
ser ave prisionera;
                              esclavo
para sentir el látigo

que castiga mis deseos.

Lápida, tumba de tu intimidad

Epitafio, para que no muera
                              tu memoria;
tu resurrección y tu vida

                             para siempre…





 Sí hemos levantado juntos
                             esta copa.
Volquemos sobre esta tierra

el fruto de la vid

y redimamos estos cuerpos.






Sólo te queda la palabra amor
tu cuerpo es viejo
ya no puede contener
el vino nuevo, el deseo añejo.

Cultivar tu viña
las hojas tiernas
los gajos llenos.

Enterrar la semilla
en una tierra yerma
es imposible aún…

  




Un sendero olvidado.
envolvente oscuridad
poblada de fantasmas;
limbo de inocencia.

Impenetrables nebulosas

                        construyendo
un pasado sin historias.






 Antes de que pase la noche
dime, amor, cuál es
el santo y seña
el sésamo ábrete, la clave
para llegar a tu corazón;
y venderé mis campos para ir
en pos de ti, de ese tesoro
que en vano ocultas
para hacer eterno mi naufragio.







 El reflejo
tenue hipotenusa
            de tu viaje
a través de mi memoria.

Coordenadas de la infancia.






Veíala siempre pasar
abrazo perdido en la memoria
seno prestado
para calmar la sed

Madre silente
no pide ternura
sino la alegría
de una risa distante

Veo pasar como mis años
su silencio… ¡y el mío!






 He aprendido a olvidar
las utopías que me enseñaron de niño
No creo en hadas madrinas
en el niño Jesús, mi pretendida
inocencia. Formé una coraza
para no dar cabida a la fe.
Reduje la esperanza a una
especie extinta… y el amor
a sólo una virtud teologal.
Dudo, como Sócrates, de mi sabiduría.
Parménides no me enseñó
el concepto del ser.
Aún creo en el devenir
como decía el oscuro Efesio.
Siento asco de tanto agnosticismo
pero me atormenta la duda de no saber
que nada sé de ti…







Sentémonos
en el banco de esta plaza
hablemos; de aquellos pies
                  ensangrentados
sobre la dura roca.
La noche amarga
el camino solitario, el suelo
                                 sagrado
que profanan nuestros pies.

Un poema sin corregir
de crueles metáforas.

Las copas de los
árboles
el asoleado banco de piedra
                     la fuente sin agua;
el rígido soldado que nos mira
y aquella pareja anónima…

compartiendo secretos, recuerdos
despedidas y el dolor
arrastrado por diferentes sendas.






 La luz perfila el canto
de las hojas, la brisa

voz del silencio

marca semitonos
de un octavo mediodía.

El director, en un caballo de bronce
acelera el movimiento de las horas
pasadas en el recuerdo, ajeno
al pasar de transeúntes

sembrada su mirada en el pavimento

sin ver jamás las nubes
suspendidas en el tiempo.







Gracias, te digo
por no tenerte, por no haberte
convertido en alguien ordinario
no ser una cosa más
de las que me pertenecen
por no ser ídolo ni joya
simple recuerdo o memoria.

Gracias por no bajar
al hades de mi vida;
por no volverme atrás
y convertirme en estatua de sal.
Ser todo aquello que jamás imaginé;
por no ser mi pan de cada día
gracias, te digo
                        y te conjuro.






Influencias ciclónicas
sobre la cordillera, tu rostro
parcialmente nublado.

Sistemas nubosos, tus ojos.
Sombras siniestras, tu pelo.

Lloveremos hacia la tarde.






Podrías tal vez
consultar el I Ching; mirar
en un cristal tu imagen invertida.

Leerás la línea de mi vida
en tus manos… y será inútil;

he perdido mi estado de inocencia
y consulto mi corazón.






El iris del ojo refleja
la sencilla soledad
que te rodea
y rueda
por sendas solidarias
                   marca invisible

huellas de tu lejana ausencia.







Aprietas un botón
desaparece el mundo

caes en el abismo

páginas quemadas
de la historia.





 Cultivo la miseria
de no poder nombrar;
hago estéril
este pesado silencio
o canto de sirenas.

Una ciudad dormida
sumergida en el espanto;
increíbles orgías
                        rememoran

las cenizas de Sodoma.







Aquí
un puente construido
por la fantasía;

más allá;
una ciudad fantasma
se pierde en sombras
               medievales
y alrededor:
la vegetación fría
de frágiles murales.






Quise
aprendiz de brujo
inventar un reino
sin caja de Pandora;

pero nos invadieron
                               las aves
de un extraño mundo
presentido imaginario.





Las calles de este pueblo
cruel experimento
laberinto

preso en esta libertad
condicional

vuelvo a andar errante.






El ojo y la luz
las nubes
ojo de agua
azufre esparcido
tiñendo el espacio

Fulgura la tarde
más bien sangra
a través de sus heridas.






Espada querúbica
cerrando el paso
intento absurdo
caminar por el desierto

urbano paraíso
con árboles de muerte.






Serafines
santifiquen guerra

- se tragarán sus misiles
y sus insignias guerreras-

serán cenizas
                     polvo
y sus corazones
ya no latirán de ira
para siempre.






Barco abandonado por todas las aguas
exilio de piratas muertos.
Sigues aferrado a un puerto de miserias;
a lejanos fantasmas de carcajadas tristes
que arrastran cadenas mefistofélicas
por fáusticos laberintos.

Alimentas algas de angustias.
Solitario corazón
aún sueñas con la libertad.







Una vida se consume
mirando a través
ventanas de humo.

Desde lo alto
de esta prisión de enfermedad
contemplo la salud de un pueblo moribundo.

Arriba, el cielo anaranjado
amortaja el cadáver del aire
sobre la lívida faz.

Aunque en el horizonte
sólo quede el signo rojizo
de la destrucción
sobre la faz del abismo
se dibujará la palabra
                                   fe.






Aprendí de los animales
a no mentir:
del ave que construye su casa en el aire
y se baña en las nubes;

la serpiente que duerme
bajo la alfombra del desierto;

el pez que desova en arenas solitarias
o cabalga sobre ondas marinas;

la bestia que ruge su ley del más fuerte
o el animal que perdona el yugo.

Me han enseñado todos ellos
a no pervertir la palabra.
Ahora, hermano, te toca a ti.







a Cecilia Ortiz

No es alondra dorada
la que llevo en el pecho;
es la historia de mi ego
que se aglutina y me pesa.

Ya no sé quién me ama
o si es tarde para eso;
amar solo
es oficio de tontos
pero soy poeta
y por lo tanto existo
sólo para amar a mis enemigos.

No aprendí a llevar
odio en mi pecho herido
sino a perdonar
todas las historias…







a Rimbaud

Dijiste adiós
y recuerdo otro adiós
en un puerto de Alejandría
de otro mar
que no es transparente
y de sangre azul
este que forma un arco
sobre mi cabeza
bajo mi corazón
de poeta maldito.






Por este mar que nos cobija
por esta luz que oculta
                           tu presencia
ya no volveré a ser el mismo

una vez que digas adiós.







Viviré a media tarde
a medio camino de la muerte
en medio de la locura

de la poesía a medio camino:
he detenido el tiempo

a la mitad de tu cuerpo.



  


Adormece la noche y
sobre la hoja corren los
espacios en blanco.  


Desfilan ovejas en las calles
cuento palabras
                        enredo sílabas
floto en lanas de sueño.
Pasan apenas las diez;
se clavan dardos en mis sienes

no memorizo recuerdos
no recuerdo
                    los espacios;

la página es gris
y no escribo
sino líneas oscuras.







He viajado tanto a Ítaca
como Ulises a Villa de Cura
siempre viajando en autobús;
tantas veces, lo confieso:
que me sé el camino

a Helena de memoria.







Huya de este bullicio
canción, mire dentro
de sí mismo
a través de la ventana
de cualquier autobús.

Tome el sendero
que ya conoce
                        sin mirar atrás
y siga
como quien pone las manos
en el arado.







Vengo a ti
cubierto por una
coraza corroída.

Con un yelmo
de esperanza destrozado
y una espada hundida
en mis entrañas.

Este corazón
todavía quiere lo mejor
de tus palabras;
la amargura de tu voz

para amar la eternidad.






Nací poeta
no hoy sino hace mil años.
Mañana resucitaré
en la flor, en el aire;
en la roca que el agua golpea
en la margen del tiempo.

Apenas ayer
fui germen de vida
soy ahora vida multiplicada

vida que gime
redimiendo secretos…







Busca florecer
en algún paraíso
redimiendo bosques
que se han ido.

Busca raíces el ser errante
la tierra reclama
su parte de la agonía.

Un poema olvidado
gemidos de silencio
en boca de eternidad.







"De Espaldas al Silencio", de Argenis Díaz.
Se terminó de imprimir el 19 de julio de 1992
en los modernos talleres tipográficos de Editorial El Tabloide.
Calle Ayacucho Norte N° 41-08
Cagua, estado Aragua. Venezuela

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