miércoles, 13 de enero de 2021

Carlos Parra Díaz: una voz y una guitarra en el devenir de los días

Víctor Parra Rivero, cantautor y poeta.

Los Teques, estado Miranda, para las décadas de los años veinte y treinta del siglo XX, era un lugar de ensueño para la vida apacible. Con un frío que mordía las carnes, sus calles de tierra y algunas encementadas, y con sus cortinajes de neblina permanente; aquella aldea sirvió de escenario a la familia Parra Díaz para incrementarse en una prole numerosa y extensa.

En aquella pequeña población mirandina, capital de estado, don Ramón Parra Pérez logró sus metas de próspero comerciante y adquirió un abasto bien surtido y también era poseedor en el ramo de trasporte de pasajeros, una línea de autobuses denominada “La línea del Pueblo.” Lo que le sirvió de acicate para establecerse en dicho lugar.

En esa región paradisiaca capital del estado Miranda nació Carlos Ramón Parra Díaz el cuatro de enero del año 1928, hijo de Isolina Díaz y Ramón Parra Pérez. Cabe destacarse que tres hermanas mayores que Carlos nacieron en ese bucólico pueblo. Un amigo coterráneo de don Ramón que fue en plan de visitante a su residencia le metió en la cabeza que Villa de Cura estaba progresando. En vista de eso, convencido por el argumento del individuo en cuestión, vendió todos los bienes muebles e inmuebles adquiridos y se marchó con el conglomerado familiar a su lar nativo villacurano; en ese entonces, Carlos Parra contaba con ocho años de edad, corría el año 1936, cuando esa mudanza fue realizada. No le fue del todo bien ese cambio a don Ramón a pesar de tener numerosos bienes inmuebles en Villa de Cura y una hacienda en Belén, estado Carabobo.

Sin embargo, el linaje de los Parra se ubicó en la calle Doctor Rangel cruce con calle Páez frente al negocio conocido hoy en día como tiendas “Cristo Rey”. Esa callecita, me refiero a la Rangel vio los días y noches y sus correrías de niñez; la comarca del lar nativo de sus ancestros era tranquila y agradable para el solaz y el descanso y en cada labio de sus moradores se asomaba aún la flor del saludo como solía decir el recordado poeta José Manuel Morgado.

Hablar de los Parra, es remontarse a la historia musical de aquella aldea; evocarlos es vivir un mundo de serenatas y romanticismo que despegaba los goznes, visillos, celosías de las ventanas de los lejanos años cincuenta. Carlos era hijo de músicos y su abuela Josefa Pérez era una fina ejecutante del piano. Él comenzó a temprana edad a tocar cuatro y guitarra y a ejecutar ritmos de valses y boleros, algo que fue determinante para su formación es haber estado en contacto e influencia con la música de Carlos Gardel, Jorge Negrete y sobre todo el maestro Pedro Vargas y su voz extraordinaria. Aprendió a tocar solo y a cantar sin métodos empezando por los tonos mayores y menores. Su hermano Ramón se instruyó con él y en poco tiempo hilvanaron un dueto y tomaron cada uno sus guitarras y como balance de tal hazaña contaban con un repertorio de más de 400 canciones entre valses, tangos y boleros que interpretaban en fiestas familiares y en las madrugadas tranquilas del lugar con las célebres serenatas.  

Carlos Parra fue uno de los artistas pioneros de la Radio villacurana, en una emisora instalada en los años cincuenta conocida bajo la denominación de Radiodifusora La Villa.  Junto con su hermano Ramón, formaba parte de las pautas musicales cantando o acompañando a invitados del patio o foráneos, ya que el talento que desfilaba era netamente en vivo, es decir, prácticamente fueron músicos de planta y llegaron a ejecutar sus guitarras para acompañar a la cantante de moda de nacionalidad peruana María de Jesús Vázquez, quien dispensó una visita a esta Villa de San Luis Rey de Cura en la década del cincuenta.   

Se había establecido Carlos, junto a sus padres y sus hermanos, definitivamente en la calle Comercio Oeste donde don Ramón instaló una bodega, en la cual él le ayudaba; y también fabricaba, junto a su padre, cuatros para la venta. Pero la pasión de los Parra, fueron siempre las guitarras; Carlos y Ramón aprendieron de su padre a tocarlas solamente por oído y no por formación académica de escuela de música ya que en la villa de esos tiempos éstas eran inexistentes. Tres de los hermanos de este fraterno clan; Carlos, Ramoncito y Víctor, unos años menor que ellos se incorporó y formaron un trío que realizaba presentaciones en la escuela Arístides Rojas, donde cursaron la educación primaria en la infancia y también en el muy recordado “Cine Corralón”.  

Volviendo a la urdimbre de esta historia, don Ramón muere de cirrosis hepática a la edad de 75 años, como consecuencia de las aguas y los alimentos. Después de este suceso; Carlos abandonó la bodega y no fabricó más cuatros. Tuvo que buscar otros derroteros de trabajo debido a que contrajo nupcias con una hermosa morena de San Francisco de Asís, de nombre de Isabel Bolívar, cariñosamente “Lola”, el 13 de junio de 1956, circunstancia que debió afrontar buscando un empleo de carácter formal que le generara mayores ingresos por la responsabilidad de tener mujer; primero ejerciendo como maestro demostrador. Era la época del General Pérez Jiménez, corría el año 1956, posteriormente comenzó a laborar conduciendo camiones de volteo con los cuales viajó hasta la hermana República de Colombia y, por supuesto, en toda Venezuela. No paseando; pero sí trasladando pedidos para las grandes obras que emprendía el Estado en su concepción de “Nuevo Ideal Nacional.” Esa actividad no menoscabó su iniciativa de la música ya que cantaba con su voz de barítono con sus hermanos Ramón y Víctor siempre en sus tiempos de vacaciones.

A la caída de la dictadura, el 23 de enero de 1959, hizo incursión en el ámbito político en Acción Democrática. Al ganar Rómulo Betancourt es designado Secretario de la Prefectura de San Francisco de Asís. Luego de esa experiencia recaló en la empresa Venezolana de Alimentos “Yukerí”, en la cual prestó servicios durante veintitrés años. Iniciaba la década de los sesenta y durante el discurrir de la misma el matrimonio concibió cinco hijos, tres hembras y dos varones, en el siguiente orden: Sandra (fallecida), Nora, Carlos Francisco (fallecido), Carlos Ramón, Grace Elvira. La tía Isabel, conocida cariñosamente como “Lola”, dejó este mundo hace varios años atrás por enfermedad. Antes de la muerte de sus dos hijos, concluyó que ella no padeció el acervo dolor ni el infortunio de verlos partir.       

Carlos Parra ha hecho de la música presencia y esencia, y de la guitarra, la epidermis que llora a través de la pulsación de sus dedos. De esos duros avatares con sus golpes en la vida, en su madurez no dejó de tocar y hacer música, al contrario, fue un obstinado de la misma y estas calles “que no son las de Alejandría”, lo vieron incursionar durante los años setenta y ochenta en proyectos musicales como los “Anacoberos”, grupo guarachero de grata recordación de música popular: son, salsa, danzón, allí ejecutaba el tres cubano de una manera magistral.

Pero la vejez, y su gajo de años. no lo alejó tampoco de la música y es en esta etapa donde viene a incursionar en la “Peña Tanguera de Villa de Cura” y simultáneamente también en el grupo “Voces y Cuerdas de Villa de Cura” con los músicos Andrés Almeida, Esteban Nieves, Adrián Nieves. Para esas fechas se había retirado de   industrias Yukerí y estaba sin empleo, dicha experiencia musical los hacia comparecer en La Guaira, todos los fines de semana por doce años consecutivos, para tocar un amplio repertorio de música venezolana, con la finalidad de recrear veladas musicales para los turistas que frecuentaban el hotel Macuto Sheraton y el hotel Tamanaco. Por intermedio de su hermana Blanca Parra de Lara consiguió prestar servicios en una edad donde hace su actuación la longevidad como supervisor de bebidas gaseosas, en la Golden Cup Villa de Cura, actividad que desempeñó durante 10 años, lo que le permitió completar años de servicios en industrias privadas y obtener su pensión por cotizaciones en el Seguro Social. Ya sin ataduras de ningún tipo, continuó con el legado de la música, disfrutando en reuniones familiares y de amigos siempre con la guitarra, fiel compañera y amiga de bohemias. Cuando comparecía en mi casa, lo primero que me pedía al cruzar el umbral de la puerta era la lira como él le decía y tocaba mágicos y embriagantes viejos boleros.

Anécdotas

Aquí en este fragmento voy a hablar de mi tío Carlos y de las experiencias que juntos vivimos a finales de los años ochenta del siglo pasado. Me estrenaba como docente en una escuela concentrada rural en el sector Las Guasduas de este municipio Zamora.  Tenía asignado los tres primeros grados de primaria, mi tío me ayudaba con los de primero y yo asumía el segundo y el tercero porque la matricula era pequeña. Él manejaba el carro de mi madre y en una oportunidad me trasladó a realizar en Sanidad de Maracay diligencias pertinentes a mejoras de dicha institución escolar. Estando en la oficina apareció el Director regional de ese Ministerio en Aragua, con unos lentes pequeños redonditos, que nos recibe amablemente, el señalado funcionario hace su presentación formal y me vierte mi tío en los oídos en baja voz “El director cachicamo”, se me elevaron los colores al rostro, salimos de la gestión destornillados de las risas con sus ocurrencias.

Dos años antes me llevaba y traía en el auto de mi madre a un cotizado curso de Locución y Oratoria realizado por el afamado comunicador Manolo Rincón Hernández.   Él disfrutaba de esas clases y participamos en un evento amenizado por mí como animador y cantante en el Club de Suboficiales de Maracay acompañado por él con la guitarra. En una oportunidad viajó mi tío Carlos a la población guariqueña de Guardatinajas, con el conocido profesor de música, German Cordero Padrón.

 En una fiesta patronal del pueblo ejecutaba Carlos Parra el redoblante y una muchacha   se pegó a la procesión y le miraba sus ojos azules, puro juego de miradas e intercambio de nombres entre la morena y mi tío, la chica se identificó por el nombre María Lourdes. Cuando retornó de ese periplo me contó los pormenores de su estadía en aquel pueblito que parecía de vaqueros, me decía, y asomó el impacto que la muchacha había producido en su ánimo, tanto dio el cántaro al agua que me convenció y le pedimos prestado el carro Aspen a mi madre y realizamos el viaje a Guardatinajas. Me acuerdo que fue un día viernes, no llevábamos casi dinero; quedé maravillado con el atardecer llegando al Rastro y luego Guardatinajas. Nos instalamos en la plaza principal del pueblo; preguntó por la mozuela que lo tenía de cabeza y conocimos de primera mano que se había casado, circunstancia que no amilanó su estado anímico. Hicimos amistad con una muchacha del lugar porque sacamos la guitarra y empezamos a cantar; al arribar la noche, ella nos convidó a su casa, compramos cervezas y en medio de la reunión un tipo amanerado invitó a mi tío a dormir en su casa y en su cama, no le gustó esa idea y dormimos en plena plaza dentro del carro con los vidrios abiertos.

 

En sus últimos años lo tomó por asalto una parálisis facial mezcla de ACV al cual no le prestó atención, por lo cual le tocó depender de las hijas para movilizarse para La Villa a cobrar la pensión, no era amigo de médicos y medicinas, jamás quiso sacarse tres colmillos de la boca, y mi padre, infinidad de veces le prometió regalarles las planchas tres veces, fue anestesiado y tres veces huyó. Por último, dejó la guitarra que según él le curaba el cuerpo y el alma. Quizás la disyuntiva de verse viejo y limpio con una pensión de poco poder adquisitivo, la perdida de dos de sus hijos, aunado a ello la parálisis facial y las deformaciones que deja como secuela diezmaron su ánimo y deseo de vivir dejando mi tío de comer y de colocarse vías para reanimarse, razón por la cual la muerte inexorable lo sorprende desgastado en su cama el día tres de agosto del pasado año 2020.

 

Fotos: Album familiar.

Carlos Parra Díaz. Guitarrista y cantante (1928 - 2020)

Carlos Díaz Parra y su hermano Ramón.

Grupo Voces y Cuerdas de Villa de Cura.

Esteban Nieves y Carlos Parra. 2012.

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