sábado, 25 de abril de 2020

Breve biografía de Aquiles Nazoa

Por José Manuel Morgado.

*** El poeta "Jotaeme", como lo llamaban sus amigos, conoció a Aquiles Nazoa en Villa de Cura, donde este vivió poco tiempo, y los unió la amistad nacida de la poesía y las luchas sociales. Por ello, entendemos, que 10 años después de la muerte del "Ruiseñor de Catuche", en 1986 salió publicado el libro de Morgado, Jazmín y Cariaquito (Para Aquiles Nazoa), en una edición auspiciada por un grupo de amigos del autor. Tengo la dicha de tener autografiado un ejemplar del libro que recibí en su taller de tipografía, ubicado en la calle Páez de Villa de Cura.. He aquí transcrita esta breve biografía de Aquiles Nazoa al estilo de José Manuel Morgado y el poema "Tú", como parte de ese homenaje... 

Aquiles nació una mañana de mayo, mientras San Isidro Labrador, que le iba a servir de partero a su mamá, se encontraba bajo la lluvia llenando de semillas los surcos de su pequeño conuco. Su llanto, que más que llanto pareció un sollozo, fue el primer verso que Aquiles le hizo al mundo. A la mañana siguiente, desplegadas como banderitas blancas, amanecieron los pañales saludando al hermano Sol que le sacaba brillo en los corrales de los pueblos rurales a los piñones y paterratones.

Aquiles no fue creciendo como los demás niños, hacia arriba, sino hacia el corazón de las personas, Cuando tenía cinco años se estrenó su primer sombrerito. A veces, a su mamá le parecía que no era un sombrerito lo que llevaba Aquiles en la cabeza, sino una flor, porque siempre se le posaban en él las mariposas.

A los diez años se “jubiló” por primera vez. Que así era como se le decía a la mala maña de salir para la escuela y coger para otra parte. Ese día en que se jubiló, Aquiles cogió para el río a bañarse, y como para llegar a él había que caminar un rato por el fresco túnel de verdes y trozos de cielo de un largo callejón, Aquiles se ponía a contrapuntear con los pajaritos que se le cruzaban en el camino. Cuando llego a la orilla del río, que tenía un agua muy cristalina, se puso a hacerle chistes a las sardinitas y a los cangrejos. Una paraulata ojo e’ candela que bajó al río por la tarde a beber agua, le dijo en el dialecto de su canto, que Aquiles conocía, que se fuera para su casa porque estaba empezando a oscurecer. A su regreso por el callejón, fue dejando migas de pan sobre el camino para que al día siguiente los pajaritos supieran donde vivía él.

Cuando Aquiles salía con su papá, sentado en la parrilla de la bicicleta, gozaba mucho oyendo el sonido de los resortes del asiento cuando su papá le ponía más empeño al impulso de darle a los pedales en las subidas. Y el día que un “gomecista” le despachurró con su carro la bicicleta a su papá, nació el primer verso triste de Aquiles.

A los quince años se enamoró por primera vez. Se enamoró de una muchacha que no tenía ojos… Lo que tenía en la cara era un par de luceros que se le habían caído de la noche del pelo. Antes, hacerle el amor a una muchacha no era lo que significa hoy día. La primera palabra de amor que le dijo Aquiles no se supo cuál fue, porque se la dijo tan cerquita que se volvió beso.

A los veinte años, cuando según él parecía un añoso ciprés, de lo flaco que era, escribió su primer libro de versos, o mejor dicho, voló por primera vez, porque Aquiles desde ese entonces pasó a ser “El Ruiseñor de Catuche”.

Aquiles se casó dos veces, o mejor dicho, tres. Porque su primera mujer fue la Poesía. Su segunda mujer fue Estrella, que se apagó de pronto. Y por último, como un San José, retoñada de poemas su “fragante vara”, se unió a María. Por las  tardes jugaba con las manos de ella como un malabarista, y el Sol, indiscreto como un fotógrafo furtivo, les tomaba fotos a medida que se alejaba.

A los [casi] cincuenta y seis años*, un día de Abril de 1976 Aquiles se montó en su carrito azul que él tenía y se fue para Puerto Cabello a visitar a unos amigos, pero se equivocó de carretera y en vez de buscar para Puerto Cabello buscó para la Muerte.

Cuando lo exhumen, cuando lo rescaten de ese deprimente panteón donde está ahora y lo sepulten al lado de Xiruma, le voy a llevar – si estoy vivo – una matica de helecho…


TÚ…

Sal, pues, a la mañana y a las flores
a recoger tu voz y tu sonido.
Aquiles Nazoa

Tú que pusiste a volar
los pájaros de la luz;
tú que supiste mirar
la vida por el trasluz;
tú que exprimiste el añil
para tu cielo formar
y tesonero y febril
trabajador de lo bello
a la piedra en el cantil
le sacaste su destello;
tú que en la albísima rosa
de José Apóstol cubano
con un gesto de tu mano
posaste tu mariposa
con las alas desplegadas.
Y tus palabras como hadas
con varitas de colores
llenaron de resplandores
tus libros de poesía;
tú que a tu amada María
con tu mejor emoción,
como una flor, cada día
le abriste el corazón;
tú que alentado tu amor
por su frescura de helecho,
le celebraste en tu pecho
su aniversario al color,
yaces, Aquiles, inerte
poeta de la ternura,
en ese panteón de muerte
de deprimente negrura…


Jazmín y Cariaquito (Para Aquiles Nazoa. Villa de Cura 1986.

Transcripción: Argenis Díaz
Foto reproducida del libro Jazmín y Cariaquito. 1986.
*Corrección del original que dice "cincuentiseis". Los corchetes son del transcriptor.

Aquiles Nazoa, con sus hijos Claudio y Mario
Nazoa Laprea, en una plaza de pueblo.

Portada del libro, elaborada por:
Laura Eloísa Díaz.

No hay comentarios.: