lunes, 24 de diciembre de 2018

José Meléndez el ser humano que hizo esencia de su ser para el arte

De: Víctor Parra R.

Para mí es un honor escribir los trazos de la vida de este gran hombre llamado  José Meléndez. Y lo hago porque me nace hacerlo. Más en los momentos actuales, cuando la canalla de cuello rojo de la cultura se ensaña en su contra de manera vil, abyecta y rastrera; ya que éstos no pueden mostrar nada de saberes ni conocimientos acrisolados desde los puntos de vista intelectual, creatividad, organización, pedagógicos, ni siquiera gozan de capacidad de liderazgo. Nada pueden eslabonar estos pobres seres que son de la cultura  para  misionar  para el mal, pero de forma paradojal son pequeñas nulidades,  o tal vez  son  como aquellos que describe  el poeta Colombiano Raúl Gómez Jattin en su libro  “Retratos”: “son muchedumbres de fantasmas ebrios”. Pero hoy vamos a conocer no al José Meléndez artista sino al ser humano que dio nacimiento al creador, músico, poeta, dramaturgo, actor, fotógrafo, cineasta, y pare usted de contar. Hubo para él un antes y un después...

Nace en Villa de Cura, hijo de la enfermera Hilda Peña y de José Ángel Meléndez, trabajador de restaurantes oriundo de Santa María de Ipire. La vida del poeta José Meléndez durante su  niñez iba de viento en popa, paseos por playas, parques, el mimo de los abuelos; hacia él y su hermana Betzi. Todo parecía sonreírle, sin embargo, vivió en su niñez la separación de sus padres, asunto que su infancia de cinco años no comprendía. Los castigos del abuelo materno severo no le amilanaron, al contrario no le afectaron y más bien lo recuerda sin asomo de rencor. Ya en la adolescencia misma se hacen presentes los dilemas en su vida, cuando huye del hogar materno, en pos de la quimera del mundo teatral y cual hijo prodigo bíblico vuelve cinco años más adelante a los brazos del materno hogar.

En esa etapa, pasó trabajos inimaginables, hambre, sed, trasnochos, recorriendo los bares tristes del pueblo buscando colillas de cigarrillos y sobrados de cerveza para que el vate de las tablas insuflara inspiración para poner en escena, cada montaje, cada parlamento que el hambre de éste novel actor y de otros más requerían  para saciar el deseo de conocer experiencias innovadoras  en el campo de la actuación teatral.  Aquello  era una  verdadera novedad para el pueblo en los años ochenta. Su itinerancia en esta disciplina, le ha hecho dormir en plazas, desplazarse  algunas veces sin pasajes o con pasajes, pasando hambre, frio, calores, en pueblos, lugares o comunidades remotas y de alta peligrosidad y todo por la entrega a su fiel compañera y amada llamada arte. Lannis Cabrera llega a su vida con tres hijos, allí desafía él los convencionalismos sociales de una Villa de Cura pacata con el que dirán, comienza para Meléndez  una etapa de cantar de noche y tocar en grupos para la manutención de su extensa familia.

Le tocó vivir arrimado en una parcela en la Pavona ubicada en  San Francisco de Asís, recibiendo tratos humillantes del dueño, posteriormente parte a un lugar donde cohabitan personajes y escenas recibiendo un trato vejatorio de quienes decían apreciar su rol de amigo y buen actor. Igual vicisitud pasó en la comunidad de los Tanques hasta que recaló en el lugar donde está ubicada su casa, que para entonces era un terreno a la intemperie, allí levantó los cimientos de su  casa con de latones de zinc hasta que poco a poco, en medio de la precariedad reinante, logró hacer la construcción actual.

Su faceta de altruista es omniabarcante.  Se ha convertido en un cronista ad honoren; su casa en un ateneo donde recala la cultura en todas sus facetas, ha permitido a las escuelas de Villa de Cura y otras regiones utilizar sus vestuarios y sus experiencias pedagógicas en el ámbito teatral. No es Meléndez un ente de estirpe mediocre y egoísta, más bien se compromete y se casa  con el arte y la pasión. Me consta que ha sacrificado su familia por seguir tras la quimera del oro de la danza, el teatro, la música, y  las artes visuales, y tal como Moliere tiene la dicha de que su esposa y sus vástagos se inclinen por estas disciplinas  y ello lo colman de regocijo.

Aliado al proceso revolucionario ha dado Meléndez muestra de rectitud, lealtad al pensamiento Bolivariano, dando su contribución con el teatro al aporte socio político en cada una de sus obras dramatúrgicas, pero ese es un submundo donde campea la mezquindad. En una oportunidad se le designó con el propósito de ser Orador de Orden por el centenario del estreno de la obra inmortal del villacurano Rafael Bolívar Coronado “El Alma Llanera“. Compareció a la cámara municipal asumiendo el reto del discurso y accedió al cuerpo legislativo en silla de ruedas. No bastando con eso, la funcionaria de marras que presidía  para entonces dicha cámara afirmó que todo era una comedia de su parte. 

Consecuente  y porfiado es José Meléndez con el arte, y vuelca sus desvelos en ella y por ella, es más que amor frenesí como dice un bolero. Tiene años que no va a una playa a un parque entregado al afán de impartir talleres, ser profesor en la Universidad Bolivariana, además de ello se ha dedicado en estos tiempos a instruir cadetes en las disciplinas de parrandas, teatro histórico, danzas y para cumplir este rol da  el todo por el todo. Ni el descanso es algo completo para él, ya que hasta en el sueño delira, organiza escenas, personajes, vestuarios o las musas lo hacen abandonar la cama y le dictan parlamentos al oído y lo levantan para que los vacíe en el bosque del papel. 

Su vida es una carrera  contra el tiempo, a veces haciendo una  sola comida, y con dolores terribles a nivel de su lesionada columna que asolan su ánimo por el exceso de actividades que tan solo calmantes inyectados logran mitigarlos. 

Llevó año y medio grabando temas de versiones letras en español de temas anglo italianos, y dos videos que me sacó José esta semana pasada y para mi es asombroso su mundo de actividades simultaneas  en el Fuerte Tiuna, Villa de Cura, Casa de la Cultura, San Francisco, Tocorón, Magdaleno; pareciera que él posee el don de la ubicuidad, es decir, de estar en todas partes, siempre con la frente muy en alto y con el recto proceder por el deber y la labor cumplida.


José Meléndez, en su faceta de actor

José Meléndez en su faceta de cantante.

En plena actuación en el teatro.



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