En su libro Fuegos sagrados, publicado por Monte Ávila Editores (octubre 1990), el poeta y ensayista venezolano, Juan Liscano, escribió lo siguiente: “El sol es metáfora de la divinidad en búsqueda del hombre y de la imagen de Dios”. Voy a citar gran parte de este ensayo titulado De la Divinidad a la Navidad porque resulta interesante en vista de la fecha festiva.
En las postrimerías del mundo pagano encontramos una religión solar poderosamente anclada en el alma colectiva: la del dios, originalmente persa, llamado Mitra. Esta religión invadió a Roma y sus colonias. Descansaba sobre el rito del sacrificio del toro, cuya sangre llovía sobre el creyente y lo redimía. Mitra simbolizaba el sol. La natividad de Mitra acontecía en la fecha que señalamos hoy como 25 de diciembre. El calendario juliano computaba en esa fecha el solsticio hiemal o de invierno (…) El 25 de diciembre, próximo al solsticio de invierno, señalaba para los pueblos mediterráneos el renacimiento solar, el nuevo curso ascendente del astro. Gran regocijo rodeaba esta natividad del nuevo sol. La religión de Mitra fue circunscrita por una nueva religión nacida también en Asia, pero perfeccionada en el ritual expiatorio de un dios que muere para la redención de los hombres. El cristianismo recubrió en su expansión el culto pagano mitraense.
El sol se rescató en la representación del nacimiento, de la natividad de Jesús, redentor de la especie (humana) por la vía del sacrificio individual, de la humanidad, del amor. No resulta un capricho que los Padres de la Iglesia (…) transfirieran [note la fecha] hacia el siglo IV la fecha de la Natividad del 6 de enero al 25 de diciembre. El Natalis Solis Invicti que renacía entre los cuernos del toro cósmico y cuya aparición saludaban los creyentes con luminarias y hogueras encendidas, festividades y ritos celebrativos, se humanó en el resplandor mínimo del nacimiento sobre el cual fulgía la estrella de Belén. (Cursivas nuestras).
Los nacimientos ardieron con su luz íntima sobre la cristiandad. Frescos y pinturas, esculturas y frisos, contaron la maravillosa historia. De las iglesias y conventos, el Nacimiento pasó a los hogares. Así fue creado el popular Pesebre del Folklore hispanoamericano. Con la conquista, llegó a América el Nacimiento, mezclados sol y Niño Jesús, lo cual entendieron muy bien los indios… “Cuando el Niño nace… el sol resplandece”.
"El rito del Pesebre fue más fuerte que las razones del clima. En el Cono Sur, donde el verano sucede en diciembre, se levantaron los tradicionales pesebres inventados en Europa, con paisajes de nieve. También en el Trópico."
“Un buen día – apunta Liscano- fueron suplantados por un personaje de luengas barbas blancas, vestido de lana roja y calzando botas negras… Santa Claus, un intruso llegado de Norteamérica”, también llamado Papá Noel, entre otros nombres. Hacia el final de este ensayo afirma: “San Nicolás es Santa Claus, un representante gringo del sistema de consumo, un personaje legendario degradado en las tiendas por departamentos”.
Queda claro - entonces- que nuestro poeta, Juan Liscano, como estudiosos del folclor en Hispanoamérica entendió muy bien, y dejo constancia de ello, que la fecha del 25 de diciembre es una sustitución de un festival pagano que se practicaba en Roma en los primeros siglos de nuestra era, y que obviamente los primeros cristianos (siglos I y II, al menos) no participaban en estos ritos y prácticas que eran de un antiguo origen pagano y que no tenían la aprobación del Dios verdadero, Jehová.
(Fuegos sagrados, páginas 49 al 55)
Reproducción: Argenis Díaz.
Portada del libro Fuegos Sagrados de Juan Liscano. 1990. |
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