sábado, 10 de diciembre de 2022

El villacurano Salvador Augusto Mijares Izquierdo

Salvador Augusto Mijares Izquierdo. Nacido en Villa de Cura, el 12 de noviembre de 1897. Hijo del abogado Daniel Mijares y doña Josefa Izquierdo. Debió de aprender sus primeras letras en alguna de las escuelas que existían en su ciudad natal, que a poco había sido capital del estado Guzmán Blanco. No obstante, completó su educación primaria, secundaria y superior en Caracas: Colegio San Agustín y Salesiano. A los 17 años ya era maestro en la escuela Andrés Bello. Se graduó de maestro Normalista y de Profesor de Filosofía y Ciencias Sociales, egresado del Pedagógico de Caracas, donde también se desempeñó como profesor de Historia de Venezuela.

En el ámbito literario, Augusto Mijares, como firmó sus escritos y llegó a ser ampliamente conocido, fue ante todo ensayista. Sin embargo, se inició en la poesía cuando le publicaron cinco textos suyos en El Nuevo diario de Caracas, el 6 de marzo de 1921; cultivó la prosa poética y la novela en Los Adolescentes (1958) y El y Ella (inédita). Como ensayista se estrena el 14 de julio de 1927 cuando publica su primer trabajo en El Universal: La Patria de los Venezolanos en 1779.

La obra de Mijares gira en torno a siete propuestas que conforman su pensamiento humanístico, en el decir de Roberto Lovera de Sola:

1. Su obra fundamental: La interpretación pesimista de la sociología hispanoamericana, 1938

2. El problema educativo nacional, en su libro Educación, 1943; y en su proyecto educativo de la generación de 1936, de la cual formó parte.

3. Su ideario cívico, que expone en Lo afirmativo venezolano, 1963. Una obra que refleja el optimismo de Augusto Mijares en cuanto al ser del venezolano y su historia.

4. Continuidad espiritual de Venezuela, a través de figuras venezolanas, comenzando con Hombres e ideas en América, 1940; La luz y el espejo, 1955; El Libertador, 1964 Longitud y latitud, 1971 y Somos o estamos, 1977.

5. Sus indagaciones sobre la historia de Venezuela, en su libro La evolución política de Venezuela, 1962.

6. Comentarios literarios: Vida Romántica y romanticismo literario, 1971.

7. Su producción literaria: novelas, narraciones y poesías.

Durante su desempeño como Ministro de educación creó el Ipasme, la revista Tricolor (1949), el IND (1949) y la orden 27 de Junio. El 1º de octubre de 1949 fundó el Liceo Alberto Smith de Villa de Cura a instancias de su sobrino el doctor Pedro González Mijares. También ocupó cargos diplomáticos, entre ellos el de Embajador en España (1951-1952). Fue miembro de la Academia Nacional de la Historia (1940); de Ciencias Políticas (1960) y de la Lengua (1971). Premio Nacional de Literatura 1956 con su obra La luz y el espejo. Falleció en Caracas el 29 de junio de 1962.

 El hombre espejo que fue Augusto Mijares

 Al leer ese ensayo breve que da nombre a una de las obras representativas del autor villacurano Salvador Augusto Mijares Izquierdo: La luz y el espejo (Premio Nacional de Literatura, 1956) no pude menos que recordar las palabras del gran maestro Jesús de Nazaret, expresadas en el sermón del Monte: “Resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres”.

Porque dice Mijares: no es espejo solamente la bruñida superficie que se convierte en luz frente a la luz, es espejo todo objeto o superficie – o ser humano - que devuelve parte de la luz que recibe; en lo cual también hay un impreciso símbolo que parece hablarnos con fraterna inquietud. “Existe el hombre-luz, los hombres que descienden como dioses entre los mortales; y el hombre-espejo, el apóstol, que es igual al mismo dios pero con humildad y vida del hombre”.

El paisaje humano nos muestra ese “juegos de espejos” que permite convertir la luz en “destellos interminables”, en energía que impulsa las grandes ideas, los más altos ideales. Mijares fue un hombre-espejo, precisamente porque no escribió para sí mismo, sino para señalar una ruta, un camino de continuidad de valores, una senda moral a seguir por las nuevas generaciones, con el optimismo que despide lo “afirmativo venezolano”. Trata de que entre las cenizas de tantas querellas, de tantos mal entendidos o malintencionados conceptos de nuestro ser colectivo e individual, descubramos lo mejor de nosotros mismos.

Ahora bien, construir una vanguardia contra el derrumbe moral no es fácil. Máxime cuando “los hombres inicuos e impostores avanzan de mal en peor”. Nos inquietan las voces de los llamados “profetas del desastre” que siguen sembrando cenizas a su alrededor, sin indicar el camino a seguir. De ellos huyó Mijares con el optimismo de su carácter, pero señalando un rumbo, iluminando un sendero, el verdadero análisis de nuestra historio para descubrir las fallas, las causas de tantos errores… y rectificar.

En uno de sus ensayos de Hombres e ideas en América, dice Mijares: “…esa ejemplaridad de la justicia, que la hace comparable a la luz, ha sido reconocida desde hace siglos por el hombre mismo como la promesa más segura de inmortalidad: “los que enseñan a muchos la justicia brillarán como estrellas en perfectas eternidades”.

Luminosa escritura la de Augusto Mijares. En búsqueda de algún elemento que le permitiera vislumbrar la formación de un ideario hispanoamericano, contrapone a los dictados de la Roma Imperial la sentencia de Antonio José de Sucre: “nuestra justicia era la misma antes que después de la victoria”. Explica Mijares: “porque poner la justicia por encima de los azares del triunfo y de la derrota, es aplicable a la vida privada y en todas las ocasiones”.

Cierto que exalta a estos hombres de América, de la América Hispana: Domingo F. Sarmiento, Juan Alberdi, quienes coinciden en que es necesario “un trabajo largo y profundo que modifique toda la sociedad”, a Andrés Bello, el gran humanista, filólogo, gramático y filósofo; José Martí, Simón Rodríguez (maestro de Bolívar), el mismo Bolívar y Sucre.

En un ensayo sobre Simón Rodríguez, dirá Mijares “los odios y los apetitos que nos legó el pasado, solo perderán fuerza activa cuando sean sustituidos por ideales constructivos que posean un contenido pasional idéntico o superior al de aquellos”. Se trata de un comentario sobre una sentencia del maestro: “por cálculos no dispone el hombre de sus pasiones. La filosofía consiste en conocerse, no en contrahacerse”.

El ensayo Sembradores de cenizas amonestará: “aceptamos ingenuamente que el venezolano que reniega de los venezolanos está por encima de todos, como un paradigma de capacidad y honradez”. Luego interroga: “¿Por qué no encontrar siquiera un pequeño grupo que resuma la representación del espíritu nacional y quiera ser para él padre y maestro, sin anticipar juicios?”

Augusto Mijares habla a los maestros, a los intelectuales, a los poetas, a los jóvenes, a padres e hijos de Venezuela para que reflexionen sobre su responsabilidad de haber sido en alguna ocasión culpable de sembrar cenizas en vez de exaltar lo afirmativo venezolano. Nos invita a recuperar nuestros mejores valores, que los medios audiovisuales se empeñan en destruir sembrando violencia, inmoralidad, irresponsabilidad y codicia; el ansia de riqueza fácil que ha minado la fibra moral de nuestra sociedad y que es el primer factor causante de la desintegración familiar y social. Nos invita a reedificar el más positivo espíritu nacional venezolano.

 Texto: Argenis Díaz. 

Augusto Mijares (1897 -1962)

 

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