Rosana Hernández Pasquier nos
empapó en la música de la llovizna,
con
su Aposento de lo cotidiano.
Tantos
gratos momentos todavía se dibujan ante mis ojos, ávidos de leer “Aposento de
lo cotidiano”, que mi mente entretejió alimentada de tu poesía, apreciada
Rosana, en tu acogedora casa donde la magia del momento permitió que regresaran
los latidos, los colores y los sabores a impregnarnos de añoranzas.
Cuando
Rosana me abrió la puerta de su casa, fue como activar la llave de la memoria
de sus recuerdos atesorados, fue atravesar de un solo salto toda la distancia
hacia el pasado con el colorido de los cuadros en las paredes, los retratos
familiares, los libros en los estantes, un festival de árboles alegrando el
patio y el corretear de los perritos de Flor con sus ladridos impregnados en el
aire.
Al
llegar a la cálida sala, ya estaban las sillas posicionadas y todo preparado
para iniciar tan especial reunión.
Mi
alegría fue mayor al encontrarme con tantos amigos de mi afecto que aprecio y
admiro, esparcidos entre el espacio como tabla de ajedrez: mi hermano Oscar
Carrasquel, Argenis Díaz, Angélica Llovera, Tibisay Vargas y su esposo Jeroh
Juan Montilla, Milagro Almenar, Paula Montes, Carmencita Muñoz, María Teresa
Fuenmayor y su hijo, Johnny Hernández, Edilia y Fabiola Rondón, Jahaira Báez,
Isidro Tirado, Lisbeth y Marisol Cristancho, Liris Miyares, William Saldeño,
Angel Rondón, Alexis Guevara, Janet y los excelentes anfitriones Evelio Armas y
Flor María Hernández.
A
los pocos minutos llegó el poeta Efrén Barazarte, a quien conocía de referencia
por su meritoria trayectoria, y quizá uno que otro saludo fugaz, pero hasta el
momento ninguna comunicación directa con él, este sábado pasado lo conocí
gracias a la lectura que hizo de su magistral prólogo titulado El Aposento de
la Poesía, que para mí forma parte del más impactante libro de mi querida,
admirada, poeta y hermana Rosana Hernández Pasquier.
Rosana
es una poeta con alcurnia, una poeta de la más fina casta, una poeta con voz
propia, con sello original, con sustantiva y definida personalidad, quien
siempre tiene presente sus ancestros, sus padres, sus hermanos, su casa, su
familia, sus gentes, su tierra villacurana; es esta nostalgia de todas estas
cosas la que forma la médula de su poesía.
Desde
siempre quiso ser poeta y vaya que lo es…
una gran poeta y escritora. Nos
alimentamos con su poesía, con su hondo nivel narrativo. Ella, como muchos otros venezolanos apuesta
por lo nuestro y seguirá abriendo puertas y ventanas, -como las de su casa-,
para proyectar el hermoso mundo de la poesía para orgullo de Villa de Cura,
Aragua y el mundo.
Apreciada
Rosana: con esta estrofa de Mediterráneo, que en mi opinión forma parte de la
mejor canción de Joan Manuel Serrat (le he cambiado la letra), he querido
terminar este texto, para agradecerte los inolvidables momentos que con tanto
cariño nos brindaste: “Quizás porque tu
niñez / sigue jugando en tu casa /
y escondida entre tus cuadernos / duermen tus
primeros versos / llevando tu poesía, tu luz y tu olor / por dondequiera que
vayas”.
Enhorabuena. Te felicito.
“Aposento de lo cotidiano” me transportó a mi infancia (por eso nos
pertenece a todos), tal vez me invadió la nostalgia o simplemente la necesidad
de volver a un escenario que guardo en la memoria como un tesoro, y en
ocasiones pinta de azul mi bello cielo villacurano…
Inocencio Chencho Adames Aponte.
Fotos: Argenis Díaz y Chencho Adames.
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Rosana Hernández Pasquier y su poemario.
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Portada. |
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Angélica Llovera, maestra de ceremonia.
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Tibisay Vargas, presentadora del poemario y amigos presentes.
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Amigos y familiares de Rosana Hernández Pasquier.
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Rosana con Efrén Barazarte, el prologuista de la obra.
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Inocencio Adames Aponte y Rosana Hernández Pasquier.
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Rosana junto a Evelio Armas Laya.
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El libro firmado por algunos amigos.
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Efrén Barazarte, Paula Montes, Rosana y José Argenis Díaz.
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