Al oeste de La Villa
entre sus lomos y prados,
es toda una maravilla
el barrio Los Colorados.
Texto: Pablo
Cabrera, poeta.
“El Vigía” es el cerro más grande y majestuoso de Villa de Cura, este cerro parece una inmensa pirámide trunca, imponente y gallarda que declina en suaves faldas hacia la parte oeste de Villa de Cura hasta formar unas lomas, conocidas como Lomas de Los Colorados. Como dijera el poeta Vinicio Jaén Landa: “Los Colorados, este nombre sonoro, colorido y plural que bien pudiera servir para un grupo guerrillero o para nominar un sabroso Conjunto Musical”.
Según un relato recogido
entre los más antiguos residentes de este sector, cerca de esas Lomas, en el
siglo pasado estuvo instalada una Hacienda que fue única en el lugar, para ese
entonces la topografía era agreste y muy alejada de la población. La Hacienda
era propiedad de una familia al parecer europea, o de descendencia europea ya
que la misma poseía una especial particularidad y es que todos los miembros de
esta familia tenían la piel de color rojizo y por esta circunstancia esta
familia era conocida popularmente como “Los Coloraos” y se acentuaba cuando
alguien hacía referencia a la hacienda o la zona, fue así como la gente se fue
acostumbrando a la Hacienda de Los Coloraos o Lomas de Los Coloraos. Algún
tiempo después, por esos alrededores se fue formando un minúsculo caserío al
que sus primeros habitantes denominaron Los Colorados.
A la entrada de este sector
funcionaba una subasta de ganado conocida como La Romana, la misma era
propiedad de un próspero ganadero llamado Valentín Hernández y era el sitio
donde se reunían los demás ganaderos para gestionar todo lo concerniente a la
compra y venta de ganado; hace algún tiempo esas instalaciones desaparecieron
para dar paso a un moderno conjunto residencial. A pocos metros de ese lugar,
en dirección a la popular barriada existía una tupida vegetación de bambúes y
pericocos que por las noches adquirían una apariencia tenebrosa y ponían los
pelos de punta a los transeúntes. Por el centro del barrio atraviesa la avenida
Bolívar que antes tenía el monárquico nombre de Calle Real y comunica a la
ciudad con la vecina población de San Francisco de Asís. Paralela a esa avenida
está la calle Carrizalito y en la parte sur, está la prolongación de la calle
Comercio que son las principales arterias de esta comunidad.
Entre los primeros
habitantes de esta populosa barriada destaca abiertamente el Capitán Juan de
Dios Agraz, villacurano y quien fuera corneta de Órdenes del Libertador, este
personaje después de luchar al lado de los Libertadores de cinco naciones,
retornó a Villa de Cura a comienzos del año 1835 donde contrajo matrimonio con
María Fabiana Pérez y con la que procreó tres hijos: Rafael, Josefa y Adela
Agraz Pérez. Como este legendario guerrero no tenía profesión y además sufría
los efectos de una herida en una pierna se radicó con toda la familia en el
recién fundado caserío, en una rudimentaria casa de bahareque, donde se dedicó
a las labores agrícolas; por bienes de fortuna tan solo poseía una pequeña
corneta de oro puro que El Libertador le había regalado. El Capitán Juan de
Dios Agraz vivió en Los Colorados hasta muy anciano donde solía contar sus
aventuras en la lucha independentista y murió a los 98 años en el hospital del
pueblo, el 17 de marzo de 1880. Sus restos reposan en la Iglesia Matriz de esta
ciudad.
Paulatinamente se fueron
incorporando otras familias casi todos agricultores, arreadores de ganaderos,
talabarteros, carpinteros, albañiles, etc. Entre otros: los Villamizar, los
Colmenares, los Delgado, los Rojas, los Castillo, los Espinoza, los Conoropo,
los Mota, los Lara, los Morgado, los Gutiérrez, los González, los Rodríguez,
los Aponte y los Guillén. Con la incorporación de estas familias, el sector fue
adquiriendo apariencia de barrio.
Manuel Aponte, Clemente
Villamizar, Manuelito Villamizar, Pablo Montesinos, Rómulo Gutiérrez y Juan
Morgado, entre otros, construyeron algunas de las casas de bahareque, tejas y
horcones con amplios corredores que fueron dando forma a la barriada. Una de
esas casas fue la de Dionicio González y otra fue la de Bernabé Colmenares,
popularmente conocida como La Colmenareña donde su propietario fabricaba y
vendía urnas que para ese entonces tenían un valor de ocho pesos, esta casa fue
demolida para dar paso a una edificación donde hace poco funcionó una conocida
ferretería. Frente a la casa de Dionicio González estaba la “Casa de la Gotera”
la cual tenía un letrero en la puerta sobre una tabla, que decía: “LA GOTERA:
AREPA Y CAFÉ” y era el sitio donde calmaban el hambre los arreadores de ganado
que se desplazaban hacia la sabana y La Romana, era propiedad de Anita Lara, y
en ella vivió luego doña Luisa Parra, una respetable comadrona y curandera que
ayudó a nacer y a sanar a muchas generaciones. Otra de esas casas fue la de Miguel
Cedeño que aún está al lado de donde estaba la anterior. La casa de Salvador
Guillén, que aún sigue en pie frente a La Redoma y la casa de Pedrito Pérez y
Juana Villamizar, por la calle Carrizalito en el cruce del callejón que conduce
a la Escuela Cuyagua; los propietarios de esta casa posteriormente fijaron su
residencia en La Alameda.
En una casa con techo de
paja que fue propiedad de Los Espinoza, el poeta Mena Herrera fundó la Escuela
Cuyagua, hoy transformada su estructura en modernas instalaciones y rebautizada
con el nombre de Escuela Básica Melicia Nieves de Tejada en honor a su directora,
quien la dirigió por espacio de 20 años; por esos tiempos los habitantes tenían
que abastecerse de agua en el río Las Minas donde también se trasladaban a
lavar ropa. También se abastecían de agua en un jagüey que estaba en una casa a
la que la gente había bautizado como La Casa del Odio, llamada así, porque allí
constantemente se celebraban bailes que siempre terminaban en acaloradas riñas
colectivas, a palo y machete. En esa casa, el dueño les decía a los buscadores
de agua que él accedía a proporcionales el vital líquido pero por cada lata que
sacaran de allí tenían que echar dos en la tanquilla donde se abastecían sus
animales; después Dionicio González y su hijo Manuel Inocencio lograron que el
INOS instalara una pila dispensadora de agua potable frente a La Redoma, cerca
de la casa de Domingo Mota.
Martín Hernández era un
comerciante, propietario de un almacén de víveres que estaba en el centro del
pueblo, este fundó un criadero de cerdos en la parte norte del barrio, al que
la gente bautizó como La Cochinera. Por esos alrededores frecuentaba Antonio
Leocadio Estanga comprando huevos y gallinas para luego revenderlos; este tenía
una hermana llamada Clara, la cual era una excelente costurera muy solicitada
en el sector; así como Juan Francisco Baloa, un sastre que confeccionaba desde
una camisa hasta un traje de levita. Por la calle que conduce a Carrizalito
cruzaba a diario un arreo de burros cargados con frutos y granos que se
cosechaban en un conuco cercano y eran arreados por un agricultor enjuto y
dicharachero que vivía en una casa de bahareque con techo de paja; se trataba
de Timoteo Delgado, otro de los primeros moradores de esta barriada donde fundó
una laboriosa y honorable familia.
Leopoldo Tosta quien había
sido un avanzado estudiante de medicina, era “el Médico” del vecindario, el
cual solía recorrer por todos sus contornos sobre una mula visitando y
recetando a los enfermos; este joven, era pariente del Dr. José María Tosta,
propietario para ese entonces de la Farmacia Central. Tomasa Castro de Rojas
decía ser pariente del General Cipriano Castro y tres de sus hijos fueron reclutados:
el primero, Abdón Rojas Castro, murió en la Batalla de La Periquera en el
estado Guárico; el segundo, Ramón Rojas Castro, alcanzó el grado de subteniente
y fue asesinado en los alrededores de la Plaza Miranda de Villa de Cura; el
tercero, Guillermo Rojas Castro, participó en muchas batallas y quedó sumido en
el mundo de la locura motivado al fuego de cañoneras que afectó su sistema
nervioso en una batalla en Tocuyito. Guillermo Rojas Castro, ya demente, fue
dado de baja en el ejército y regresó a Los Colorados donde se convirtió en un
personaje popular. Personaje que perdió no solo el juicio sino su propio nombre
ya que a partir de ese entonces el vulgo popular lo bautizó como SOTA. Este
personaje vestido de harapos y con los zapatos rotos deambulaba por las calles
de la barriada como un espantapájaros escapado de un conuco abandonado,
convirtiéndose en toda una leyenda.
Bernardo Montero fundó una
bodega en La Colmenareña y luego, convertida en abasto, la trasladó a una casa
que hizo construir al frente y al que llamó “La Fortaleza”. Otro comerciante
popular que vendía toda clase de frutas, granos y verduras fue Ramón Flores “el
de las manos temblorosas”, este tenía una pulpería en la calle Comercio y
sufría un tic nervioso en ambas manos. Los hermanos Emilio y Antonio Acosta
fundaron la primera gallera en el cruce de las calles Libertad con Carrizalito
en un sitio que era conocido como La Mora, luego Julio Rojas fundó otra gallera
en La Redoma, a un costado de la bodega de Francisco Carrillo que luego fue de
su propiedad. Hoy funciona allí un moderno frigorífico. Actualmente, otra
gallera propiedad de José Ramón González está instalada a varios metros de ese
lugar. Afamados galleros fueron Juan Ilarraza, Pedro Pablo Breto, Emilio
Acosta, Rafael Díaz, Manuel Inocencio González, y Ramón Agraz, este último
descendiente de Juan de Dios Agraz.
Muchos recuerdan hoy a
Gabriel Jiménez y Mario Rengifo, dos populares barberos que en ese entonces
cobraban 50 céntimos de Bolívar (un real) por cada corte de pelo. También el
recuerdo se hace presente ante el nombre de doña Margarita de Esaá quien estaba
casada con Urbano Esaá, era una dama muy respetable y religiosa, fundadora de
la Sociedad de los Peregrinos de la Virgen de Lourdes, y madre de Lucio Esaá,
un joven que siguiendo las inquietudes de su progenitora abrazó los hábitos sacerdotales.
Mención aparte merecen
Canuto Hernández, Lucas Ibarra y un personaje conocido como “Pa’ la Cara”,
arreadores de ganado por el día y bohemios por la noche, al igual que Simón
Méndez a quien llamaban “El Carretero” porque conducía una carreta por un
“Macho” y que a veces se iba de parranda y al regreso se quedaba dormido en la
carreta, por lo que el “Macho” -sin dirección alguna- se venía solo, trayendo a
su amo dormido a casa, sano y salvo. Isidro Díaz y su esposa Carmen regentaban
un reconocido negocio que aún funciona, atendido por Santana Carrillo, en la
bajada que conduce a Carrizalito. Isidro Díaz ocupó una curul en el Concejo
Municipal y su nombre quedó plasmado en una calle de la parroquia Las Mercedes.
“¿Pa’ dónde va el amigo?
¿Pa’ arriba o pa’ bajo?” Preguntaba un señor gordo, risueño y bonachón con un
sombrero negro y un paltó blanco abierto por donde asomaba una curtida franela.
“El amigo va pa’ La Villa…” respondía el otro. “…Que le vaya bien amigo”,
remataba el primero, levantando su diestra con una amplia sonrisa. Era Ángel Scott
Ramos, un recordado personaje popular. Eloy Gutiérrez es un romántico
empedernido que llegó desde La Victoria en el año 1937 y desde entonces se
radicó en la popular barriada donde procreó 10 hijos y, aún con su humanidad
cargada de arrugas y de años, sigue siendo un eterno enamorado.
Tomás Salazar, un maestro
albañil; Felipe Pérez Pimentel, un excelente plomero; Jacinto Ramón Hernández,
un constructor venido de tierras andinas; Dionisia Lugo, Margarita Villamizar, Vicenta
Gutiérrez, mejor conocida como “María la Gorda” y quien esto escribe, al final
de la década de los cincuenta, fundaron la primera cuadra de la calle Vuelvan
Caras, entre Carrizalito y Comercio. Lorenzo Solórzano es un popular herrero
vecino de esa calle, que vivió una dramática odisea en alta mar; también son
vecinos de esta calle la familia Páez, pariente del cantante Denny José. Y las
familias: Ceballos, Espinoza, Molina, Padrón, Lugo, Colmenares, Sanz, Ovalles y
las Hidalgo.
Pío Cusati es un destacado
deportista que regenta la tasca de su propiedad, popularmente conocida como “El
Rincón de Pío”, lugar donde acuden muchos parroquianos a saciar su sed y
comentar sucesos del día. Héctor Ruiz es un alpargatero que un día se vino del
llano y se residenció en la popular barriada, donde confecciona alpargatas de
excelente calidad. Marcelino Montesinos y su esposa Decia vinieron del campo y
se radicaron en el sector, donde procrearon una numerosa familia. Su hija, Ana
Montesinos, se ha dedicado con noble empeño al rezo de novenarios por lo que su
presencia es muy común en estos menesteres. José Antonio Cruz es un combativo y
combatido líder agrario que sueña con un mundo mejor para los trabajadores del
campo; así como Ernie “Cheo” Caballos, Julio Saturno y María “Lavío” de
Guillén, destacados dirigentes vecinales; también Iván Parada y su esposa
Esperanza son unos destacados luchadores sociales. Un filósofo de la vida es
Elpidio Díaz, quien con un arsenal de conocimientos que la ha deparado la lectura,
vive salpicando destellos de saber, y Armando Nieves, quien además de escobero
es un magnífico improvisador de versos y rasguñador de cuatro.
Barrio de artistas
populares: Arístides Villamizar estuvo muy ligado a la barriada y fue un
destacado folclorista ampliamente culto y cantor de música criolla que llegó a
convertirse en actor de cine y TV y fue autor de un hermoso tema, “Aragua
Linda”; Joaquín Villamizar, también es autor de temas criollos aragüeños y
Víctor y Jorge Villamizar son vocalistas de este género musical. Así como
Sandalio Hernández, el inolvidable “Canario de Aragua”. También las cuerdas del
arpa han tenido buenos exponentes en las uñas de Apolinar Vargas “Pulinario”,
Martín Pantoja, Héctor Fernández y José María Gutiérrez, quien fe el autor de
“La Perdí”, una tema que ha sido grabado por numerosos artistas nacionales.
Barrio de joroperos y
joroperas: magistrales bailadores del joropo aragüeño son o fueron Cesáreo
Palma, quien bailando conquistó a la mujer más bella del lugar: María Baloa. También
Trino Lovera y su esposa Mireya, las hermanas Otilia y Rosa Hernández, Regina
Lombano, Teolinda y Eloísa Esaá, Isabel, José Ramón y Manuel Fernández,
Gregoria Machado, Teodosia Villamizar, Carlos Acosta tanto joropero como
alpargatero, José Manuel Valera, poeta y compositor, y Nerio Baloa por quien
muchas joroperas protagonizaban algunas peleas ya que todas querían bailar al
mismo tiempo con él.
Aly Pérez es un reconocido
artista plástico, poeta, escritor y escultor, al igual que Argenis Díaz, otro escritor
e inspirado poeta, ambos dejando plasmadas su creatividad en obras artísticas y
en diversos órganos de comunicación social. Héctor Portes fue otro joven con
inquietudes literarias pero tuvo una existencia muy fugaz y vivió tan solo 20
años. Claritza Lugo de Aguilar es una sembradora de sonrisas venida de Turmero
y a quien mucha gente llama “Mamá Clara” por sus dotes de altruismo y
bienhechora. Juan Colmenares es un folclorista nato, coleador y dirigente de
este deporte por más de 20 años. Coplero, recitador y creador del galardón
“Zamora de Oro”. Toribio Breto cultivó la tradición de la Quema de Judas, lo
sucedió Vicente Quero y luego se encarga Ramón Salinas de prenderle candela al
que vendió a Nuestro Señor.
Muy pocos saben quién es
Audencio Vásquez, pero todo el mundo conoce al “Indio Mañoco”, ambos son el
mismo zuliano que un día se enamoró de la música llanera y lo atrapó la popular
barriada. Alfredo Gutiérrez es otro cantor ya retirado de estas actividades, y
al igual que su hermano Pancho es un magnífico profesional de la talabartería.
El educador Antonio Cabanillas Yépez, columnista de fina prosa y colaborador de
diversos órganos periodísticos de la región es también vecino de este sector;
lo mismo que Inocencio Adames, el popular “Chencho”, propietario de Editorial
Miranda y editor de la revista “Expresión”. Alberto Roye Flores, el primer
alcalde electo en el Municipio Zamora en las primeras elecciones nominales realizadas
en diciembre de 1989, el vecino más reciente y famoso.
Para el poeta Aquiles Nazoa,
por esta barriada pasó hasta la Sagrada Familia y así lo dejó plasmado en un
poema que tituló “Retablo Aragüeño”, del cual extraemos estos versos:
Él conduciéndola a pie,
ella en una burriquita,
vienen llegando a La Villa
la Virgen y San José.
Cuando de andar y andar
están ya muy fatigados
llegando a Los Colorados
se sientan a descansar…
Igual que al comienzo de este
trabajo me volveré a referir a El Vigía, pero eta vez no se trata de nuestro
querido cerro sino de nuestro querido vocero, porque en la calle El Socorro de
los Colorados funciona la redacción de “El Vigía”, dirigido por ese incansable
adalid del periodismo de provincia como lo es José M. Seijas.
En los Colorados se vive, se
trabaja, se ama y se sueña. Esta populosa barriada de artistas populares,
artesanos, poetas, joroperos y joroperas, deportistas, comerciantes, galleros,
editores y gente sencilla y dicharachera siempre se ha distinguido por la
limpieza de sus calles y la generosidad de sus habitantes y las inquietudes de
las nuevas generaciones que avanzando hacia el futuro van abriendo horizontes a
la vida y alimentando la esperanza en las aulas escolares, en el trabajo
creador, en el campo académico, en la artesanía, el calor hogareño y en la
creatividad…
![]() |
Calle Vuelvan Caras de Villa de Cura. 2020. |
![]() |
Poeta Pablo Cabrera. Villa de Cura. |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario