Texto de José Sánchez Arévalo
sobre el misterio de la línea como propuesta de lenguaje y dimensión estética
La línea, una ampliación de horizontes dados, desencadena la infinitud abierta del ritmo inmanente de la libertad, con la intrusión de las contradicciones, propias de aquello que se desvela y lo continuamente por desvelarse. Así, cuanto más se amplía el horizonte, es como conminado a disminuirse proféticamente, unas veces palideciendo y otras iluminándose hasta hallar su fundamento irrevocable para iniciar una llegada y una despedida en su enigma permanente.
Por eso en sus espasmos de onda creadora se desgarra en sí misma,
emancipándose articulada y desarticulada a la vez, con su gran espíritu ubicuo que
la hace presencia, no manifiesta.
Su intimidad sigue latente e incólume aunque se porfíe por desarraigarla, porque, aun si sufre constantes desgarres con propósito de ver aparecer su íntima ingrimitud, su mimético arraigo de lo palpable, de lo natural, la hará no externa. Desde esa perspectiva cual sentimiento de lo sagrado, con su pureza y ritmo vital, sin anhelo de mistificación, se desprenderá de lo mítico en sustrato inefable de imagen por formar y formarse en la construcción en sí y de sí, resguardada con su impoluta inefabilidad de lo inexplicable.
Desprendida quizá de ese algo como esencia de su origen, recorriendo las
distintas texturas, emana ecos donde se vislumbran sustancias de piel
sempiterna uniéndose en invocación, obligada y obligando a deslindarse en un
mismo fenómeno, para variarse en elaboración de percepciones de una y otra
forma.
Aunque hace, busca e
intenta expresar y expresarse desde su intensa suavidad, dulzura y delicado
difluir, o desde su tierna dureza y fuerza lábil, sus contorsiones, giros e
invariables indefiniciones, mantendrá su íntimo sagrado, porque ella hace
aparecer lo no visto, lo no existente, aunque éste exista; sin embargo, su
impenetrabilidad será cada vez más oscura, porque nada ni nadie puede encontrar
ni siquiera el umbral hacia sus potestades, a su cosmos intestino e
improfanable, Divinamente Sagrado.
Desde cualquier transposición imaginativa, abre sus espacios en sí para
sí, en conjunción con lo esencial para comunicar y agrupar el universo de
puntos; por ello se hace música en las claves que reposan sobre su ser, en el
amparo de su propia fuerza en desafío de expresión, majestuando fondos y formas
que se ajusten al sentimiento de lo probado y lo no probado.
Su
magnetismo, la imaginería que despierta y hace descubrir redescubriendo las
cosas del mundo, su aliento de sombra imperecedera, los senderos en que se
bifurca y que van al encuentro del recuerdo, de la nostalgia, de la ilusión, y,
el registro de laberintos, nos hará escudriñar para penetrar otras dimensiones.
Como todo lenguaje fluyente de lo íntimo sagrado, del arcano rupturado y
rasgado en símbolos, embeberá en la desnudez que la contiene, haciendo rostro
ajeno, complemento que se une en sí, orientada al equilibrio o desequilibrio,
con tendencia de armonía, haciéndose y deshaciéndose en la mirada del tiempo
finito traspasando el infinito, mientras un grito deleita todas las zonas
fraguadas, como síntesis de las construcciones.
En su periplo incondicionado y aún sin conocerse su contexto de origen,
desde la mirada sesgada y omnisciente del creador escudriñando confines
visionariamente cómo domar su rebeldía, transparentará el misterio, lo inédito,
para encontrar lo inesperado.
Ambivalente, profética y ambigua en su sagrado y
hermético enigma, resguardada en su íngrima elocuencia, nos dejará su áurea
huella, sus perfiles; no así todos sus sibilinos señuelos que esconde en el
alma de su cuerpo inagotable en transmigración y que es ritmo en instantes de
inesperada creación, variando su arquetípica acentuación en el rostro del
espacio que tiene sin estar en él...
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